lunes, 27 de noviembre de 2006

Fantasmas del pasado [II]

Cogió aire y comenzó su minucioso examen de la finca. Los amplios jardines, antaño cuidados y portadores de mil especies diferentes de flores, ahora no eran más que una selva de malas hierbas y zarzales, que cubrían los caminos y fuentes, dejando apenas libre alguna pérgola. Los pájaros seguían habitando en cada rincón, pero ahora sus trinos sonaban amenazadores, salvajes, sin la armonía que los caracterizaba en el pasado. Todo el jardín parecía una trampa mortal, una barrera natural que protegía la casa de los peligros del mundo; hasta las estatuas que había salpicadas a ambos lados del camino habían transformado su hermosura y sus expresiones delicadas en máscaras de dolor e ira, horribles cuadros de agonía marcados por las enredaderas que trepaban por las túnicas de las musas griegas, por las piernas de seres mitológicos e incluso por las colas de los delfines de la fuente central, antesala de la entrada a la mansión.
Caminaba lentamente, acercándose a esa fuente junto a la cual había recibido a tanta gente, en torno a la que había corrido y jugado a incomprensibles juegos infantiles. Esa fuente delante de la cual le vio por primera vez…, esa fuente que albergó el agua que un día oyó los susurros de su amarga despedida.
Ahora estaba cubierta de hierbajos, pero una misteriosa magia había conservado todas sus figuras que aún se erguían majestuosas sobre sus pedestales. Al llegar a la barandilla de piedra que evitaba la caída de algún paseante ensimismado, se sentó, dándose un pequeño respiro por primera vez desde que comenzó su búsqueda y, cerrando los ojos, comenzó a recordar aquél día fatídico…
Su madre y ella esperaban sentadas junto a la fuente, cerca de donde estaba ahora. Miraban la gran verja de entrada con esperanza, ansiando que el carruaje que traía a su padre apareciera pronto. En él vendrían las noticias de los resultados de las misteriosas negociaciones que el hombre urdía con el duque de Villalmar. De su resolución dependía que Elia se pudiese casar con el hijo del duque… y gran parte del futuro de la familia. Las cosas, según dijo su padre al marchar, iban viento en popa y pronto todos tendrían lo que querían, tanto su familia como los Villalmar; por eso una sonrisa surcaba el rostro de madre e hija, que apenas podían aguantar ya la espera. Pero, cuando el padre llegó, traía un semblante sombrío.
- ¿Qué ha ocurrido?- la mujer se acercó a él, preocupada, sin rastro de su anterior sonrisa.
- Abandonamos todo en cuanto llegue Villalmar, coged un abrigo para no pasar frío. Iremos a casa de algún pariente…
Elia y su madre callaron un grito de horror y, atemorizadas ante la expresión severa del hombre, se apresuraron a hacer lo que había ordenado sin preguntar nada. Después, aguardaron al carruaje que traía a los duques y a su hijo en la escalinata de la mansión, pero su espera no duró mucho. Los escasos minutos de su despedida los recordaba Elia con manchas borrosas, las miles de lágrimas, las pocas palabras innecesarias, el último abrazo… Y su marcha, dejando atrás la casa en que había vivido y la mitad de su corazón, pero acompañada de cerca por el otro medio cuyo propietario permaneció en la casa… hasta el momento. Elia nunca supo qué se había tratado en esas negociaciones en las que perdió todo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ante todo, gracias por la visita y el cometario.

Me ha parecido fascinante como has conseguido creear en apenas 5 minutos un escenario "irreal" en mi cabeza y transportarme a otra época, a una época de coches de caballo y grandes casas con jardines.

Me gusto mucho el texto.... imagino que me veras por aquí a menudo.

Saludos

Oz dijo...

Bueno no estoy muy inspirado asi que no esperes gran cosa de mi comentario jeje
Pues que sigas colgando más historia que es que estos trozos me dejan con dudas xD... las descripciones geniales ya sabes que me encantan, me he imaginado el jardín a la perfección, como si estuviese allí mismo mm...jaja.
Dark kisses!