lunes, 30 de enero de 2012

Por los pelos

Aeropuerto de Helsinki-Vantaa, desde el avión
El viernes pasado, veintisiete de enero de dos mil doce, pasé la mañana en Helsinki, con S. y G. Mis últimas horas del viaje medio solitario al frío, de la visita de una semana a G. y S. El frío que el jueves nos dio un descanso (si dos grados bajo cero lo son) había vuelto, y dedicamos mi tiempo a deambular de rebaja en rebaja, maleta en manos de G. Huelga decir que yo no quería irme.

Volaba a las 17:15, hora finesa (16:15, hora española). Cogía el bus al aeropuerto a las 14:35, hora  finesa. Corrimos, como siempre terminas haciendo cuando no quieres marchar. Corrimos sobre la nieve, S. enseñándome cómo lo hacen allí para no resbalar, y terminé llegando a tiempo, una despedida rápida.

El aeropuerto de Helsinki-Vantaa tiene una terminal larga y estrecha, llena de gente. Las tiendas a un lado y un corredor, quizá demasiado estrecho al otro. Comencé en la puerta uno para terminar en la treinta, nueve supuestos minutos de camino entre tiendas y turistas comprando sus últimos recuerdos. Tienda Moomin, Duty free, Stockman, Finnair Shop. Puerta treinta. Pistas con nieve y mi último bosque nevado al fondo. 16:45, hora de embarque.

El avión está ligeramente más lleno que el de la ida pero sigo sola en mi fila de tres, con un hombre que duerme delante y un chico español detrás. Un grupo de fineses no muy rubios y no muy delgados ríen, beben cerveza, hablan de fútbol e intentan ligar con las azafatas. Una de ellas habla finés. Quiero merendar chocolate con un muffin de arándanos pero no tienen. Hace ya varios días que no nos embarcan muffins. Meriendo el chocolate y mis anacardos. Leo Pride and Prejudice y termino mi diario de viaje. Aterrizamos puntuales. 20:10 hora española. Barcelona. Temperatura exterior 12ºC. Pasajeros con enlace a Madrid diríjanse al mostrador ---. Pasajeros con enlace a Gran Canaria diríjanse al mostrador ---.

Hasta pronto. Moi-moi. Nos acercan a la terminal, somos pocos los que nos quedamos a recoger las maletas y al parecer bastantes más los que proseguirán su viaje. Los fineses no muy rubios y no muy delgados se quedan en Barcelona. Cinta siete. Vuelo de Spanair desde Helsinki. Recojo mi maleta.


Dos horas más tarde, tras ciertos pequeños incidentes que ahora no vienen a cuento, llegué a casa. Me conecté a internet para informar a G. de que estaba sana y salva y en Barcelona. Él me mandó este enlace:


Estaba de vuelta. Por los pelos.


Mi tarjeta de embarque, de las últimas emitidas por Spanair y que llegaron a volar, supongo.



1 comentario:

yopopolin dijo...

Ay Helsinki... una ciudad diferente, congeladora, pero con mucho encanto... espero volver algún día, pero seguro que no será en Spanair... una pena! :(

besos