Un disfraz de domingo protagoniza la velada. Luce como lucen los atardeceres en el monte Fuji, huele a almendros tardíos, sabe a natillas caseras. El resto de invitados lo mira con los ojos agridulces de quien quiere tocar el cielo y se le desdibuja el horizonte.
Rásgame el cielo. Pero no es así. Una vez más te equivocas con las palabras mágicas y terminas apareciendo en la boca de otra mujer, de otro metro, de otra ciudad desconocida. Ciudad gris en las esquinas y roja en los portales, como labios.
Desviste al agua. Y por los retales de firmamento puedes cambiar de chimenea, acariciar las nubes, soplar la nieve y desandar el tiempo. Eso es todo lo que te ofrecen las rebajas. Es domingo. Un vestido de mañana de lunes os agua la fiesta.
1 comentario:
Me gusta mucho el primer párrafo.
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