miércoles, 29 de noviembre de 2006

Fantasmas del pasado [IV] - FIN



Tras recorrer la planta casi entera, Elia se paró un instante a retomar el aliento. Sólo quedaban dos habitaciones, el pequeño cuarto junto al vestíbulo y la sala donde pasaba tardes enteras jugando, cantando, soñando… Entró en la segunda suponiendo que la iba encontrar vacía, como el resto de estancias, pero la recibió un grato recuerdo: el piano de cola, junto al que había entonado las primeras canciones, en el que tantas veces tocó a dúo con el primogénito de los Villalmar, seguía allí, tan magnífico como siempre, y en la estancia parecían vibrar aún las notas de una última canción, con la calidez que siempre la envolvía, como si le anunciasen un próximo final. Se acercó a él pausadamente, temiendo que, al tocarlo, se redujera a serrín. Unas pocas notas de su melodía favorita le hicieron estremecerse, sentir la presencia del pasado en la sala, hasta que una cuerda desafinada rompió el encantamiento, convirtiendo la estancia en un lugar tan frío y silencioso como el resto.
Abandonó la habitación con el corazón en un puño, con la certeza de que la esperaba en la última que iba a visitar, pero temiendo su ausencia más que nada en el mundo.
Los pasos que separaban ambas estancias se le hicieron más largos que toda la distancia que había recorrido en su búsqueda, los segundos se alargaron hasta parecer milenios, los ecos y recuerdos del pasado le golpeaban las sienes tratando de entrar o salir de su mente, de establecer un flujo de pensamientos con el que la casa recuperase su identidad; sus sentimientos clamaban en silencio, aparentaban una espeluznante calma que precedería a una tempestad con miras a ser arrolladora. El tiempo se paró en toda la finca en el instante en que Elia comenzó a empujar la puerta.
Cerró los ojos, no quería ver nada si no estaba y dio un último empujón a la puerta del cuarto. Fue entonces cuando los abrió y, con miedo, observó la estancia. Frente a la ventana había una figura sentada, debería tener la misma edad que Elia, pero su aspecto seguía siendo el de un joven. Se giró lentamente derribando segundo a segundo una barrera invisible que llevaba años rodeándole y la miró. Ambas miradas recuperaron el brillo perdido antaño y los corazones volvieron a empezar a latir. Una tímida sonrisa surcó por primera vez en mucho tiempo sus labios, iluminando la escena con una luz difusa que apenas habría podido ser vista desde el oscuro jardín, aún en el caso de que alguien mirase en esa dirección. Lejos se oyó tocar un piano y la armonía de esas notas pareció dar vida a toda la casa. Los jóvenes dieron un paso simultáneamente, recorriendo gran parte de la distancia que aún los separaba y se fundieron en el anhelado abrazo que llevaban tanto tiempo esperando.
El tiempo corrió más despacio, dejando caer las lágrimas de alegría al suelo como gotas de lluvia que lavan las amarguras, haciendo más eterno ese beso tan deseado, dejando que el tiempo pasado se desvaneciese como una niebla, devolviéndoles a la juventud más plena. Cuando al final se separaron y se miraron a los ojos, fueron sus almas las que se entrelazaron, salieron por fin del laberinto de cristal en el que llevaban encerradas desde hacía tanto, volvieron a sentir la vida y dejaron de ser meros fantasmas del pasado.

3 comentarios:

Darka Treake dijo...

Joe...
Me he quedado...

Buen final para esta historia, que nos mantenía en vilo!!


"...y en la estancia parecían vibrar aún las notas de una última canción, con la calidez que siempre la envolvía, como si le anunciasen un próximo final."

Tamaruca dijo...

Hola guapa!

Lo del horóscpo es muuuuu fachil! Sale automáticamente, sólo tienes que rrellena tu fecha de nacimiento, poniendo el día y el año en el perfil ;)

Besitosssss....

Anónimo dijo...

wenasssssssssss
q como siempre flipo con tus historias... escribes fenomenal, estoy condenado a no ganar nunca el concurso literario dl insti xD jeje un abrazo Pablo