lunes, 26 de enero de 2009

Paréntesis II



Hoy aprendí que los febreros no muerden si se encaran con una sonrisa, no muerden si saben a pasado y si los coloreas con vainilla. Que realmente no importa que se te atraganten las palabras o tropieces un momento, porque al volver la esquina te puedes encontrar con cualquier sorpresa que te haga volver al lunes, martesmartesmiércolesjuevesviernes sábado, domingo de otro año. O de mañana. He comprobado que llevaban razón los que decían que para nosotros es la mejor época, con ocho o nueve horas de sueño y sin piedras encima que te aplasten, que ir a comprar leche puede ser el mejor de los regalos, con alguien sacándote la lengua desde la otra acera. mientras respondes haciéndole muecas. Llamadas por teléfono en las que no me importa hablar, porque me doy cuenta de cuánto las he extrañado. Planes para otro viernes, otro sábado y sueños por delante que te nublan la vista cuando caminas bailando. Jubilados curioseando en las obras y entorpeciendo el paso pero da igual porque tú vas con tiempo pero luego no es así y te toca correr para que al final te sobre de todas formas. Y vaya, qué fiasco. Curiosear en la cara de desconocidos, buscando rasgos y mirar por la ventana las nubes y la luz rosada. Escoger mis calles favoritas, naranjas y doradas por la noche, en este Valladolid gris y algo desahuciado. Observar Medicina, y los focos de Ciencias que una noche me demostraron que es recomendable dormir con la persiana bajada. Y lograr sonreir, o sonreíros por mí y porque no hagáis montañas de granitos de arena -así, al menos, me lo paso bien-.

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