lunes, 27 de febrero de 2012

De miedo y palabras

Me he dado cuenta de que yo no me termino de creer lo que me pasa hasta que no le pongo palabras. Mientras, todo existe en un limbo en el que puede que sí, puede que no, pero yo no voy a reaccionar a ello dentro del mundo real.

Al poco tiempo de abrir el blog, con mis quince tiernos e inocentes años (de los cuales quizá conserve más inocencia de la debida), cambió mi forma de escribir. Si hasta entonces escribía casi exclusivamente para contar historias que me inventaba, llegó un punto en el que también empecé a inventarme historias para contarme mi vida (recuerdo que era el tiempo de mis dieciséis años y mi cuaderno verde a la puerta de la facultad de ciencias). Desde entonces pasé a fluctuar entre temporadas en las que tenía mucho que soltar y en otras en las que me lo guardaba todo pero creo que siempre que he escrito algo, tanto si fue para mí misma como para decirlo, ese algo pasó de ser una suposición  a ser real (en mi mente). Como si verlo escrito, con palabras tangibles, lo cambiara todo.

Paralelamente, he hablado. En voz alta. Con amigos y con amigas y con gente en general. En principio se supone que soy un ser más bien seco y tímido pero a mí que no me den coba. Creo que soy una persona de contar mucho según qué cosas de mi vida y dentro de este mucho contar, he cometido verdaderas burradas. Admitir delante de un autobús lleno de compañeros de clase que te gusta ese cierto chico de 1ºB no suele ser una buena idea y sin embargo, yo lo hice en su momento. En cambio, me guardo según qué cosas muy muy dentro y solo las suelto después de darles mil vueltas. A veces me guardo cosas aparentemente estúpidas, otras lo que no digo es lo que esta detrás de lo que digo, los porqués o las dudas. Me guardo las cosas que, de tomar consciencia de ellas, implicarían cambios que no sabría cómo controlar.

Por supuesto, el decir algo a viva voz es un paso más allá del escribir pues, salvo en las múltiples ocasiones en las que hablo sola o con objetos inanimados, es probable que alguien te escuche. Pero, aún así, el expresar algo con palabras, de nuevo, implica un click interior. Las palabras han atado de alguna manera ese "algo" a mi realidad y ahora no hay quien se libere de ello. Al menos hasta que encuentre palabras que lo liberen. Decir las palabras mágicas.

A lo mejor eso explica por qué hay temporadas en twitter en las que no callo y otras en las que más me vale salir corriendo.

Quizá por eso a veces escribo en vez de dibujar. Y también es posible por eso cada vez escriba menos.

Aunque, si me pongo a pensarlo, es probable que todo sea fruto de mi mente y los delirios que me invento de vez en cuando.

Quién sabe.

2 comentarios:

Christian Supiot dijo...

Quizá no siempre sea capaz de leer tus silencios... aunque cada vez me cueste menos comprenderlos. Pero siempre seré todo ojos y oídos para tus palabras.

Ailën dijo...

No entiendo qué tiene que ver mi entrada con tu comentario. Pero quizá sea e sueño que cargo a esta hora de la noche...