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Y de nuevo vas camino de los diecinueve, con la cabeza ligeramente inclinada hacia la derecha por la curiosidad y una sonrisa cuando la satisfaces. Todo ha cambiado un poco (mucho) en el último año y esta primavera pinta colores pastel, o el color que alguien quiera poner a ese ritmo que has conseguido coger una vez pasados los sobresaltos del cambio de ritmo de los últimos meses. Es el tiempo del té de fresa, del pop sin las asperezas de los dieciséis, de que deje de hacer frío en la habitación blanca y siga oliendo a vainilla.
Fue la primavera que empezó a generarlo todo, cuando aprendí a boicotear al invierno, a deshacer el hielo que se quería colar por aquellas ventanas de aluminio que, maldita sea, aislaban fatal. A lo mejor va siendo hora de recuperar esa energía.
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